miércoles, 11 de enero de 2012

PEDAGOGÍA DE LA REVOCATORIA.

Por: Wilter Aro Fasanando
Revocar a una autoridad elegida por voto popular es totalmente legal y no se discute. Cesar a tal o cual autoridad  por una mala gestión, tampoco es motivo de debate. Lo que sí debe merecer atención es cuánto  aprendemos de un proceso como el que está en camino. En qué medida ser partícipes directos o indirectos de un acontecimiento que durará más o menos nueve meses, ayudará a fortalecer nuestra escuálida democracia, y educará en esa dimensión a los ciudadanos.  

Si la población por lo general ampara sus actos de justicia en la democracia, entonces promocionar una revocatoria debe tener prioritariamente esa buena intencionalidad. Muchos de los Presidentes nacionales y regionales, Congresistas, Alcaldes, Regidores y Consejeros, obnubilados  por el triunfalismo y la soberbia, desde el primer día se alejaron de sus electores, perdiendo en poco tiempo el contacto con el pueblo y el timón de conducción de sus funciones, asumiendo posturas sectarias y hasta dictatoriales, debilitando con ello a la democracia y  vigorizando la corrupción.  Revocarlos por tanto, es un merecimiento para ellos.

Sin embargo, asumiendo una posición psicoanalítica, diríamos, ¿cuánto hemos contribuido para que determinada gestión sea exitosa? Terminada las elecciones, ya no se trata del futuro del gobierno de turno que está en el poder, sino del pueblo, porque la democracia nos enseña que los intereses personales o de grupo sucumben ante las aspiraciones colectivas; eso es ser demócrata. Entonces, respaldar a un gobierno municipal que está más cerca de nosotros, es obligación moral. Si ello sucede, moralmente estás facultado para revocarlo, pero si pusiste zancadillas y gozaste con cada resbalón de tu gobierno municipal, te ubica en el rincón de los pusilánimes.  Lamentablemente en este actual proceso revocatorio, los intereses son otros, menos la democracia y el desarrollo del pueblo.

Por ello quizás, Fernando Tuesta Soldevilla, analista político, ex jefe de la ONPE y experto en temas electorales “no cree en la revocatoria como un instrumento que mejore la democracia, porque la revocatoria es un derecho político que no tiene que ser demostrado para que suceda”, es decir el camino está abierto a la falsedad. Desde ahí entonces, este proceso pierde categoría democrática, más aún para quienes consideramos que la democracia es mucho más que simples actos electoreros.

La revocatoria no existe en la mayoría de países. Existe en aquellos de gran inestabilidad política, regímenes populistas y autoritarios y suele aplicarse para fortalecer intereses particulares o conservar el statu quo, es decir cuando  conviene. No por casualidad, este concepto aparece en la Constitución de 1993,  que incorpora los llamados mecanismos de democracia directa, que da la impresión que tuviera fuerte esencia democrática, cuando de lo que se trata es de defenestrar del poder a lo que llaman partidos tradicionales. Para ello es requisito cocinar diatribas y destilar “veneno” hacia los alcaldes de preferencia.

Asi vienen haciendo en Lima contra Susana Villarán. En junio del 2011 ¿?,  Castañeda decía: “por sea caso un alcalde puede ser revocado”. Los limeños creen que detrás de esta feroz campaña contra Susana, están Castañeda y Alex Kouri, quienes utilizan a filipillos y cierta prensa mediocre para calumniarla con adjetivos de ociosa, incapaz, aliada de patria roja, etc. La campaña dio resultados: siete ciudadanos compraron el kit de revocatoria, sin que ello implique que pueda ser revocada, pero si señala que a partir de allí, la prepotencia, la intolerancia, el egoísmo y el dinero, marcarán la línea de ruta para distraer toda acción positiva en favor del pueblo. Pese a que Villarán desenmascaró con datos reales tales falacias, los revocadores a sueldo que andan por todo el país, continuarán su maquiavélica campaña. ¿Quién lo trajo a Tarapoto al Señor Marco Tulio Gutiérrez, principal revocador de Susana Villarán?
 
Antes no era necesario revocar, la lucha se centraba al combate ideológico del partido de turno. Era lucha doctrinaria que enriquecía el debate. Hoy al no existir partidos consolidados sino alianzas electoreras, con militantes de precaria formación ideológica y política, con orfandad partidaria y programática que pueda darle contención a la gestión y enfrentar la a veces desenfrenada oposición local, el dardo es contra la persona, interesando para mal sus características físicas, su profesión u oficio, su familia, etc. Son las consecuencias de no consolidar los partidos.

Por la presencia de aquellos que no son sino políticos de pacotilla y que debieran ser lanzados al basurero de la historia, por quienes desde oscuras financian  la compra de kits electorales, por gente que no asimiló su derrota en las elecciones, porque en la mayoría de casos huele más a confabulación y complot,  porque intenta servir  como cortina de humo a ex alcaldes, etc., este proceso  revocatorio no es digno de llevarse a las aulas como ejemplo del ejercicio sincero de la democracia, por cuanto no hay pedagogía implícita. Debe ser ejemplo de lo que no es en sí un proceso revocatorio de alcaldes y regidores. ¡Qué el remedio no sea peor que la enfermedad!