DEL PARADIGMA MECANICISTA AL
PARADIGMA DE LA COMPLEJIDAD
Clara Romero Pérez
Universidad de Huelva
En los últimos años se ha reabierto un nuevo frente de discusión en el que participan científicos e intelectuales sobre la necesidad de reformar el pensamiento y el conocimiento. La segunda mitad del siglo XX y, más concretamente, desde los años 50 a los 70, nos legó, a través de la Teoría General de Sistemas de L. Von Bertalanffy, herramientas conceptuales y metodológicas apropiadas para generar un conocimiento fidedigno –lo que no quiere decir «exacto»– de la Realidad como un todo organizado en funcionamiento compuesto de múltiples dimensiones y elementos interrelacionados; Interpretar la realidad desde esta metáfora implicó una primera ruptura epistemológica de enorme relevancia científica.
A raíz de la Teoría General de Sistemas, la vocación analítica de la ciencia paradigmática cede paso a la vocación sistémica de una nueva ciencia: la Sistémica. Aun así, el pensamiento sistémico no desbanca el pensamiento analítico de la ciencia clásica. No obstante, el último tercio del siglo XX ofrece nuevos hallazgos y modelos científicos haciendo nacer, en palabras del sistemista y matemático Lorenzo Ferrer, «por primera vez en la Historia de la Ciencia, un Pensamiento Sistémico compacto, heredero de «todos», alternativa a un Paradigma Mecanicista» (Ferrer, L.:1998:217). Pensamiento sistémico compacto que en términos paradigmáticos se rotula bajo el nombre de Paradigma de la Complejidad.
El Paradigma de la Complejidad aglutina a científicos de diversos campos de conocimiento que insisten en la conveniencia de adoptar nuevos modelos teóricos, metodológicos y, por ende, una nueva epistemología, que permita a la comunidad científica elaborar teorías más ajustadas de la realidad que posibilite, al mismo tiempo, diseñar y poner en prácticas modelos de intervención –social, sanitaria, educativa, política, económica, ambiental, cultural, etc.– más eficaces que ayuden a pilotar y regular las acciones individuales y colectivas. Subyace en esta actitud reformista un firme intento de reformar la racionalidad sobre la que la ciencia y la tecnología se han venido apoyando. Esta actitud reformista afecta indistintamente tanto a las ciencias empírico-naturales como a las ciencias sociales y humanas y, en consecuencia, incide asimismo en las Ciencias de la Educación.
Los valores epistémicos que motivan esta reforma del pensamiento son, entre otros, los siguientes:
1. conocer para hacer; es decir, combinar los conocimientos teóricos con los de acción.
2. conocer para innovar; o lo que es igual, conocer para crear nuevos conocimientos, más allá del saber técnico-aplicacionista.
3. conocer para repensar lo conocido o pensado; es decir, epistemologizar el conocimiento, poner a prueba las categorías conceptuales con las que el científico o el tecnólogo trabajan para hacer inteligible o manipulable la realidad de la realidad que se desea estudiar o sobre la que se desea intervenir.
Este nuevo espíritu reformista integra la vocación analítica de la ciencia positivista con la vocación transdisciplinaria y problematizadora de la filosofía sustantiva. Conjugar ambos intereses es lo que pretenden las Ciencias de la Complejidad (De Rosnay, J.:1996) y el Paradigma de la Complejidad (Morin, E.:1986, 1992). Espíritu que pivota sobre:
§ ? la ley de la transdisciplinariedad y la metáfora sistémica (Paradigma de la Complejidad o Pensamiento Sistémico).
§ ? Una teoría unificada del conocimiento a partir de la teoría de la autoorganización y la teoría de la dinámica de los sistemas complejos (Ciencias de la Complejidad).
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Adhesión extra por wilter Aro.

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