Por: Wilter Aro Fasanando
Cada año en noviembre, aplicando la normatividad y ejercitando el currículo sobre conciencia democrática y ciudadanía; niños, púberes y adolescentes de la educación básica, entre seis y dieciséis años promedio, eligen a sus alcaldes y regidores escolares de manera honesta y hasta lúdica (porque así también aprenden), vía debates, comités, personeros, ánforas, refrigerios y hasta suspensión de clases. ¿Cuál es el premio?: abrazos, menciones, representaciones y diplomas de felicitación. No hay gollerías como dinero asignado, bonos, elección de asignaturas, ingreso y salida del plantel a libre albedrío, etc. ¿Y si hubiese? No pasaría nada, la competencia es por lo noble que significa representar a una institución, son los ideales de servicio, el mismo proceso eleccionario en las escuelas es más cualitativo.
No sucede así con los “políticos” candidatos quienes en estas últimas dos décadas han perdido notablemente la noción sobre lo sublime que significa la nominación de Regidor, Alcalde, Congresista, Presidente. Ahora, los procesos electorales son cuantitativos, se miden en términos de rentabilidad económica que el cargo puede generar; ya no hay ideales, hay interés, si tienes dinero, eres candidato. Por ello Lourdes Flores, conociendo que no iba a ser, lanzó por el poto la alcaldía limeña.
Ojalá en las escuelas la nobleza de ser autoridad escolar nunca se pierda, pero corre peligro, los “políticos” falderos hace tiempo que vienen dando magros ejemplos a los estudiantes. Por lo pronto la universidad se ha contagiado. Para el recuerdo quedaron las polémicas filosóficas, políticas y académicas. A diferencia de antaño (salvo excepciones), hoy, docentes y estudiantes se ven enfrascados en intereses propios, menos los de la comunidad. Parece importarles solo a algunos, la calidad de la educación universitaria, el nivel académico de la cátedra, la ética y moral de sus miembros, el ambiente de estudio y trabajo, etc. Las dirigencias, por lo menos estudiantiles (lo demostraron públicamente), defienden otra cosa - por no decir botines - menos nobles ideales, a tal punto que la estupidez y el odio, pesan más que la intelectualidad y el afecto. No han asimilado que las discrepancias cualitativas fortalecen a la persona y a la institución, pero cuando son cuantitativas (puestos, dinero, juergas), se enquistan como cáncer y generan odio, maldad, envidia y cizaña que dura mucho tiempo y termina acabando con justos e injustos.
Pero estos comportamientos intringulescos de los candidatos no son casuales. Es parte del succionamiento mental de las llamadas “nuevas corrientes” como el neoliberalismo. Esta nueva época de la instantaneidad y simultaneidad, agarró a muchos en el invernadero. La agilidad mental para entender fenómenos políticos, sociales y económicos que dicho sea de paso marcan la pauta del conocimiento y el devenir de los pueblos, es lenta, a tal punto que cuando te pones a estudiarlo, ya se dio otro cambio.
Este desbarajuste intelectual fue aprovechado por algunos como, Francis Fukuyama, en su libro “Fin de la historia y el último hombre” (1992), al plantear que “no tiene caso querer luchar por una sociedad alternativa, ni pensarlo, porque hemos llegado a la deshistorización del tiempo, ha llegado el fin de la lucha de las ideologías”. Se entiende que debemos desenvolvernos en esta sociedad neoliberal donde pocos son los privilegiados y muchos los maltratados. Con este contrabando ideológico, se ha creado una especie de bloqueo emocional para pensar de manera lineal y convergente, apuntando al pensamiento único. Si piensas diferente te dirán ahistórico, obsoleto, cuando es todo lo contrario. Se tragaron el sapo ante esta peligrosa concepción y distorsión de la realidad y hoy vemos las consecuencias.
Ya ni el APRA tiene candidatos, con Mercedes Araoz, Alan García mandó el mensaje de “al diablo con los ideales y las ideologías”. (¿¿bisnes son bisnes??). De allí la gente rápidamente se arrepiente de su voto, los políticos cometen torpezas perturbados por el cargo y el elector miró otra cosa, menos principios o ideales del candidato. Ideales que le debió haber dado su partido; pero como partidos no existen entonces no hay militantes; solo frentes, alianzas o agrupaciones coyunturales, sólo hay oportunismo y el candidato está huérfano y no tiene compromiso con ideales o doctrinas y de allí, fácilmente se va de su “partido”, deambulan como sonámbulos y atrapan el primer sebo con que tropiezan.
Por ello no sorprende que Cataño quiere ser congresista, Rómulo León será declarado inocente, kenyi ya es candidato y a Keiko le cree el 20% pero no conoce Awajun, el otro quiere pasar de limpio cortándose el pelo dice no coquea, otros celebran sus sancochados electorales; al puntero en las encuestas le arman pendejadas menos debates políticos (científicos), duermen con los pobres, aparecen más alianzas electoreras, se pide la muerte de los partidos porque dizque son “tradicionales”, dicen ser pragmáticos sin saber su real significado; ya no luchan por otra sociedad, niegan la Filosofía, la Dialéctica, la lucha de clases; critican a Marx y la plusvalía, pero se enriquecen con ello. Es decir estamos –salvando honorables excepciones – ad portas de elegir una auténtica fauna política.
Con candidatos sin ideales ni perspectivas históricas, el ejemplo es nefasto y el destino de nuestros pueblos sigue incierto. ¿Tienes ya candidato?
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